Cómo ser fujoshi me hizo mejor escritora (y te puede ayudar a ti también)
O, al menos, eso espero.
Ya sabes la historia de mis años como fujoshi. Cuando tenía dieciocho años, una amiga me presentó el yaoi con Junjou Romantica. Si no la conoces, aquí la tienes completita.
Después de reflexionar mucho sobre ello, me he dado cuenta de que esta época también me ha dado mucho; tanto, que sé que no estaría escribiendo este artículo sin haber entendido que lemon muchas veces no se refiere a limón y que OTP no tiene nada que ver con la Oficina Técnica de Prevención Laboral.
Y, de verdad, no es lo que piensas.
Para que lo veas bien, voy a empezar muy fuerte:
Nunca, jamás, de nunca nunca nunca se me ha dado bien analizar los sentimientos de los demás.
Imágenes reales de la gente que me conoce ahora mismo.
Sí, eso, la gente que me conoce debe estar flipando porque yo soy de las que llora, siente y se disculpa por todo.
Pero eso es ahora. Todos tenemos un negro pasado.
Siempre había pensado: ¿Empatía? ¿Para qué quería eso si yo era mejor que todos los que me rodeaban? ¿No era yo la que más leía, la que sacaba las mejores notas, la que gobernaría el mundo en cuanto solucionara el cambio climático y el salto interestelar?
Ay, el narcisismo oculto, qué mal. Bueno, eso no pasó (duh). Y leer mangas me enseñó que me faltaba una buena dosis de humildad.
Es flipante cómo representan las emociones. Los personajes sentían dudas, miedos, nerviosismo… y eso me hacía conectar más con ellos. Todo en una sola viñeta. Es precioso notar cómo se te cierra el corazón cuando uno se va y el otro llora desconsolado. Una lección de empatía de la hostia, esa. Y a través de los ojos de personajes bidimensionales (muchas veces en más de un sentido), entendí la frustración que sentía mi madre hacia mí, por qué no podía hacer amigos, cómo es que me costaba tanto conectar con la gente.
Una revelación brutalísima. Y, como he dicho, una buena colleja a mis aires de superioridad.
Otra cosa que el yaoi te obliga a hacer es analizar, a ver mucho más allá de lo obvio. Esto es algo que yo había hecho sin querer cada vez que salía del cine o terminaba una serie. Casi siempre me imaginaba la segunda parte de lo que acababa de ver (conmigo como protagonista que para eso es mi imaginación), pero siempre para el futuro. El yaoi me hizo profundizar mucho más en lo que veía en ese instante.
Te lo explico con un ejemplo:
Este es el pensamiento de una fujoshi:
¿Esos dos chicos no se han rozado la mano? ¿Por qué será? ¿Pero A no acaba de decirle a B que no le gusta que le toquen? OMG, se aman y tendrán hijos para siempre.
Ahora, esto es lo que aprendí al dar un pasito más allá:
Pero ¿cómo ha pasado esto? ¿Cómo se han conocido? ¿Por qué se odian en esta escena y luego aparece una foto de ellos dos siendo amigos? ¿Qué ha podido ocurrir? ¿Celos? ¿Drama? ¿La muerte de un ser querido? ¿Un malentendido? ¿El robo de un banco que los separa a los dos irremediablemente porque deben custodiar cada uno una parte de la llave que abre la bóveda secreta?
Y así, amigo mío, es como entré de lleno en la narración de historias.
No es tanto un «qué pasaría si» como un «cómo llegaron a» y te aseguro que esta especie de ingeniería inversa escritoril narrativechuela me ha ayudado mucho a la hora de escribir y traducir 🙂.
Y buash, aquello le dio alas a mi imaginación, que siempre estancada en el «qué pasaría si». Ahora podía crear yo todo lo que se me ocurriera, sin importar lo absurdo, estúpido o mala idea que pudiera parecer. Personajes de mundos fantásticos, relaciones improbables, situaciones extremas… todo valía. Y claro, luego llegaron los fics. Escribir mis propias historias basadas en esos personajes fue un ejercicio increíble de creatividad. Podía darle un giro a lo que ya existía o crear algo nuevo desde cero.
Una pasada. De verdad, me sentía como la maga de las palabras.
Ah. Y hablando de parejas imperfectas y de personajes desgraciados.
Los personajes en los mangas yaoi solían tener un trasfondo emocional muy chungo. Como he dicho, no es solo que el padre billonario con dos gemelos chiquitos esté desgraciado, sino que también te explica cómo llegó hasta ahí para que tú, como lector, te pongas en su pellejo. A menudo, lidiaban con inseguridades, secretos o luchas internas. Eso me ayudó a comprender la importancia de construir personajes con capas, con motivaciones reales. Como escritora, esta lección fue clave. No basta con que un personaje sea «bueno» o «malo»; lo importante es que sea creíble.
Ah, pero, oh, qué sorpresa. En el mundo del yaoi, no todo era color de rosa. No todos entendían por qué me gustaba tanto JeArmin, cuando su OTP era JeanMarco. Pff, si seguía teniendo unos últimos resquicios de pensamiento narcisista, eso me lo quitó de golpe. El comprender por qué a una persona le podía gustar una pareja que, según mi cabeza, no era la correcta, entender sus motivos y su amor por los personajes… me enseñó un respeto hacia el otro que más quisiera mucha gente por ahí.
Es más, eso me ayudó a desarrollar piel dura frente a las críticas. Aprendí a defender mis gustos y mis opiniones sin sentirme avergonzada. Y más tarde, esto fue crucial cuando empecé a escribir de forma más seria. No a todo el mundo le gusta lo que haces, y no pasa nada.
(No voy a engañarte, esto me cuesta todavía mucho, pero intento recordármelo siempre que puedo).
Lo más importante es que ser fujoshi me llevó a escribir. Al principio, solo eran fics para divertirme, ver cómo la gente me escribía reviews y pensar en cómo podía mejorar. Pero poco a poco me di cuenta de que lo que realmente quería era contar mis propias historias. Ese viaje desde lectora apasionada hasta escritora no fue inmediato, pero el yaoi plantó la semilla de lo que soy hoy. Me enseñó a explorar las emociones, a crear personajes complejos y a no tener miedo de escribir lo que me apasiona.
Y así, lo que empezó como una simple obsesión adolescente con historias de amor entre chicos, acabó siendo el motor de mi creatividad y el comienzo de mi carrera como escritora.
Y si me gusta escribir sobre dos chicos (que suelen ser tontísimos) que se enamoran, pues ten cuidado mundo, que tengo mucho MUCHO que contar.
(Pero no olvidemos nunca que el Jearmin es la OPT suprema jijiji).
Un besito con mucho amor,
Alba Traduscritora.
Mucho más entretenido y productivo que mi camino de intentar imitar a Zafón con 12 años 😂